Sonidos del 92
15 de marzo de 2025
Por: Alecto Medici
Asumamos una generalización hecha a la ligera como supuesto para contar una historia. El mundo se divide hoy entre quienes crecimos escuchando radio y quienes no. Para quienes lo hicimos no será extraño el recuerdo infantil en el que jugábamos a hacer radio. Cabe imaginarse millones de niños a través del globo terráqueo, en sus consolas artesanales o imaginadas narrando todo tipo de acontecimientos. Algunas personas elegirían narraciones deportivas o noticiosas, otros más serios presentarían canciones conocidas, baladas románticas, salsa, merengue, tangos o boleros. Hubo quienes con toda seguridad hicieron periodismo callejero con sus propios ositos de peluche o simularon con el molinillo de batir el chocolate un micrófono para entrevistar a un familiar.
Luego en la década de los años 2000, con el auge del internet muchos pudieron haber pensado que la radio moriría. Así los estímulos estatales y los esfuerzos por comunicarse eficazmente como antaño, se desdibujaron. Y entonces la producción audiovisual se disparó de tal manera que incluso la radio absorbida por la dinámica del consumo visual y las radios comunitarias o los juegos individuales ya no tuvieron que recurrir a la burocracia y enroscada industria de las radiodifusoras o los canales privados para hacerse escuchar. Apple creó una plataforma de entretenimiento auditivo que luego se convertiría en un género de producción sonora, el podcast. Pero no fue hasta pandemia, que las razones por las cuales la radio había triunfado más de cien años antes, volvió a ganar.
La radio surgió como un experimento bélico retomando conceptos científicos aplicados en una dirección totalmente diferente. Paulatinamente se convirtió en una norma de la comunicación. Parafraseando a Walter J. Ong, siempre volvemos a la palabra hablada, su preeminencia es indiscutible, buscamos en lo escrito el sonido de la lengua materna. Y, en una época que nos alejó del contacto físico (volviendo al año 2020) buscamos tocarnos con la palabra nuevamente y aprendimos a vivir los podcast de manera cercana, creando o consumiendo contenidos, para potenciar nuestros negocios, compartir ideas, discutir en la distancia que solo la cuarentena podía otorgar a un ser virtualmente enjaulado y materialmente disperso. Empezamos a hacer algo que estaba implícito en las redes sociales, pero con un grado mayor de sofisticación que ni tik tok ni Instagram o Facebook han podido lograr.
Muchos aprendimos a jugar con algo que hoy nos dio la oportunidad de conectarnos. Hoy entendemos que descolonizar el lenguaje también es necesario si queremos hacer de los medios de difusión masiva un vehículo de la memoria y un ejercicio democrático de participación. En la Fundación Grothendieck hemos pasado por la creación de videos, entrevistas, foros, congresos y diplomados, desarrollando y compartiendo conocimientos de otras personas y con otras personas. Pero nunca antes nos habíamos tomado el tiempo para escuchar nuestras voces.
El vodcast es nuestro concepto de comunicación comunitaria. Por que no es el broadcast para Ipod (podcast) es la voz de la comunidad y la voluntad de transmitirla y difundirla. Mi experiencia participando en el Vodcast Raíces vivas: voces de Fontibón, debe ser parecida a esas que al principio de la radio se dieron a la tarea de presentar a través del sonido algo que transmitiera un mensaje o permitiera imaginar.
Con Sara Rubio soñamos una historia radial sobre el medio ambiente para conectar con otras personas desde la redacción de historias, tratando también de responder la pregunta ¿cómo suena esta historia? Buscamos y presentamos nuestra narrativa y luego nuestras compañeras le llamaron El ambiente está Caliente. Ahora este sueño de jugar a hacer radio se convirtió en una realidad como sección del Vodcast, en la cual exploramos conceptos, nociones sonoras, herramientas de edición, pero sobre todo, algo que a veces ya no escuchamos. Nuestras voces. Qué raro era hace décadas escucharse en una cinta grabada: ¿esa es mi voz? Hoy es tan habitual por vivir grabándonos todo el tiempo, que esa sensación de extrañeza se ha perdido.
Gracias Damaris Rozo, Villa Carmenza, amigas y compañeras de la Fundación Grothendieck, y en especial a mi cómplice en esta aventura sonora, Sara.
Referencias
(1) EP1: Desenmascaranto el “amor” por el cuidado comunitario del Vodcast Raíces Vivas Voces de Fontibón de la Fundación Grothendieck en: https://www.youtube.com/watch?v=ANe62om9K1E&t=10s
(2) Escúcha también nuestra versión podcast de Desenmascaranto el “amor” por el cuidado en: https://www.buzzsprout.com/2459270/episodes/16758209?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR2LGkfFn5miXRjsA-4nN4qqLmrqAsHrSH-btBdxx-ykB1_uzTXm3W1oR0M_aem_1lKV7Ve13sqsIOykSXW6pQ